lunes, 9 de enero de 2012

Superdotados: ¿sale rentable ser más inteligente que la media?

Si nos imaginamos como sería nuestra vida con un cociente intelectual más alto, que llegase a superar la media de la población, seguro que nos vemos con un buen trabajo, un buen sueldo, haciendo lo que nos gusta y satisfechos con nuestra vida profesional. Sin embargo, la superdotación intelectual puede convertirse en nuestro peor enemigo si no recibimos la ayuda adecuada.

Pablo tiene 45 años y sólo lleva ocho sabiendo que posee una alta capacidad intelectual, lo que ha marcado su vida hasta la actualidad. Estudió hasta 3º de BUP, pero no llegó a terminar su formación y sólo cuenta con el graduado escolar.

Tras su etapa educativa, estuvo 20 años trabajando como administrativo de una empresa, pero en 2008 fue una víctima más de la crisis económica y lo echaron a la calle. Fue entonces cuando Pablo se decantó por su verdadera pasión, la música. Montó una empresa de venta de instrumentos musicales, en la que actualmente trabaja, y se dedica a componer música, está preparando un disco y trabaja en un proyecto didáctico para dar difusión académica al Jazz en España.

Pablo siempre se sintió diferente y sufrió diversos problemas en su infancia y adolescencia. Según explica, su capacidad le supuso numerosas trabas, entre otras, que no cuenta con “estudios brillantes” y cree que de haberla descubierto antes, habría tenido más salidas profesionales al haber estado más preparado.

“Antes la situación era muy precaria y de mí se decían cosas muy dispares, que era disléxico, que tenía conflictos internos, etc…”. Siempre tuvo problemas sin saber a qué se debían, era muy tímido y se comportaba de otra forma, pero achaca a que “no había un interés especial” el que no se descubriese su capacidad. “Buena parte de la culpa está en la Administración porque no se han establecido unas normas y los profesores no están preparados para estos casos, pero la culpa la tenemos todos, incluso los padres”.

Alicia Rodríguez Díaz-Concha, presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST), explica a El Confidencial que cuando este colectivo no es atendido de la forma debida, “hay entre un 50 y un 70 por ciento de fracaso académico” y, una vez fuera del sistema educativo, “la Administración se desentiende de ellos”. Todo esto repercute en sus metas profesionales y personales, y en el propio país, que “desestima el potencial natural de estas personas”, haciendo que muchos lo desarrollen fuera de España.

Como la sociedad no saca provecho de este colectivo, “suelen establecerse como autónomos y los que tienen una mayor capacidad creativa optan por la escritura, pintura, música, informática y nuevas artes”. Además, el Estado no facilita ayudas a los superdotados, por lo que tienen que buscarse la vida “para encontrar becas o subvenciones”.

Otro de los problemas con los que Pablo se ha encontrado es con los prejuicios que existen sobre ellos. “Se tiene la imagen del empollón, pero no es así. Tampoco se corresponde la imagen que daría yo. No se puede mitificar a la gente en este asunto”.

Este hombre considera que la imagen preexistente sobre los superdotados “les condiciona mucho” y asegura que “si todos fuesen académicamente como la gente se imagina, no habría problema”. “Piensan que puedes ser bueno en matemáticas, pero no saben que la creatividad es una parte muy importante de la inteligencia”.

Tras descubrir que era superdotado se sintió “aliviado”
Pablo afirma que “estaba anulado” en su trabajo como administrativo, pero el enterarse de su capacidad fue “como encontrarse a sí mismo”. “No era resolutivo, estaba frustrado y creía sobre mí todo lo contrario de lo que hoy pienso”, explica y asegura que “si constantemente sufres con algo, no desarrollas tus cualidades por muy hábil que seas”. Cuando supo que era superdotado se sintió “aliviado” porque estaba “retrasado emocionalmente”. Ahora, este hombre “se está realizando y está desarrollando sus capacidades”.

Alicia Rodríguez habla de los problemas psicológicos que pueden llegar a desarrollar estas personas, ya que hay muchos casos de melancolía depresiva. “Es muy duro no encontrar un grupo afín, encontrarse solo e incomprendido desde menor. Si a esto se le añade, un mal diagnóstico, sea el caso de hiperactividad, déficit de atención, etc. y se le comienza a medicar, entra en un circulo patológico”.

Pablo considera que su superdotación le ha proporcionado cosas positivas “cuando ha empezado a sentirse atendido”. El hecho de sentir confianza en sí mismo le ha hecho crecer y descubrir cosas nuevas. “Ahora sí estoy triunfando. Lo que hago me tiene contento y es lo que quiero hacer, esto es un éxito. A mí el dinero no me importa, me importa ser feliz”, comenta.

Este compositor afirma que es “una maravilla encontrarte a tí mismo en la madurez” y explica que “está evolucionando muy rápido”, lo que le hace pensar lo que hubiese pasado si hubiese descubierto antes su superdotación.

Sobre el futuro de este colectivo, Pablo no se muestra muy esperanzado. Su hija, de 16 años, también tiene una alta capacidad intelectual y sus resultados son parecidos. Sin embargo, esto no le ayudará profesionalmente. “Ha tenido suerte de haber sido educada en valores, es una persona equilibrada y le irá mejor personalmente, pero no profesionalmente”, cuenta Pablo, que se muestra convencido de que aún hoy en día “no se cumplen las expectativas” de esta gente.

Desde AEST piden una educación “en equidad”, y no en igualdad, para poner fin al problema. “No son más, ni mucho menos que ninguna otra persona. Como tal deben tener desde temprana edad una atención educativa, familiar y social desde la normalidad, como todos los demás colectivos. No por ser más, sino por ser diferentes, y la diferencia debe integrarse desde la normalidad”.

La situación de Luis Muñoz, de 38 años, es totalmente contraria a la de Pablo. Luis estudió arquitectura y tras un año de Erasmus en Milán, donde trabajó como recepcionista de hotel y profesor de español, terminó sus estudios para dedicarse durante seis meses a trabajar como albañil para conocer de primera mano cómo funcionaba la profesión que había elegido.

A partir de 2003, comenzó a trabajar en un estudio de arquitectos en Leganés, en una inmobiliaria, en una promotora e, incluso, en una constructora. Tras esa etapa, apostó por las casas prefabricadas de madera y empezó con las tasaciones, a lo que se acabó dedicándose forma exclusiva. Sin embargo, a partir de 2009 la crisis económica también se cebó con él y se tuvo que poner a trabajar como agente de seguros.

Actualmente, es representante de una empresa de perfumes y ha dejado a un lado la arquitectura. “Las expectativas que se tienen nunca se terminan de alcanzar. Yo no estoy contento con mi vida laboral porque no he encontrado la estabilidad, pero creo que no tiene nada que ver con mi capacidad”, explica a El Confidencial. De todas formas, este hombre asegura que quizás, si se hubiese valorado su capacidad a tiempo, se hubiese podido enfocar su potencial de otra forma.

Sentirse diferente a los demás, una de las claves
Luis empezó a sospechar de su capacidad a los 16 años, cuando leyó un reportaje sobre el asunto, pero ya se sentía diferente desde tiempo atrás. Desde pequeño siempre sintió una hipersensibilidad fuera de lo común, pero fue a partir de la adolescencia cuando le surgieron los verdaderos problemas. “No terminaba de encajar con mis compañeros, tenía inquietudes y gustos que me callaba para que no me llamaran raro”.

Sus gustos abarcaban temas muy variados, pero no encontraba nadie con quien compartirlos. “O eres tú o estás solo”, dice Luis y comenta que intentó integrarse con el resto de sus compañeros, aunque de forma “artificial”. “No me gustaba salir e intenté ir a discotecas para estar con los demás, sin embargo, llega un momento en el que tienes que ser tú mismo”.

No fue hasta los 29 años cuando Luis confirmó que era superdotado. “Saberlo me marcó un antes y un después. Me supuso un punto de partida, se ordenaron todas las piezas de mi vida y comencé a entenderme mejor”. Hasta el momento, se sentía “frustrado y asegura que de haberlo sabido antes “hubiese podido rendir más académicamente y aprender a estudiar con eficacia”.

Por ello, apuesta por hacer una valoración temprana sistemática a los niños para descubrir si tienen una capacidad mayor o menor de lo habitual y recibir una atención adecuada. “El sistema académico es muy repetitivo y no fomenta la creatividad. Debería haber un cambio para que se aprenda de forma más dinámica y creativa, ya que cuenta más el equilibrio emocional que ser listo para aprobar”.

Además, alerta de los usos que se pueden hacer de la superdotación. “Se puede encauzar a hacer cosas buenas o malas” y por el bien de la sociedad se debería tener en cuenta para que no se emplee en la parte negativa. Explica que, por ejemplo, Hitler o Sadam Hussein eran superdotados.

Lo que sí asegura Luis es que “nunca es tarde” para descubrir esta capacidad porque “a partir de ese momento empiezas a sacarle rentabilidad”. Además, pone como ejemplo el de un socio de AEST, de 80 años, que acaba de darse cuenta de que es superdotado, después de toda una vida sintiéndose diferente, y ahora está “feliz y jovial”.

De todas formas, asegura que ser superdotado no ayuda a conseguir un trabajo acorde a sus capacidades. “Lo que interesa es gente del montón porque hay miedo sobre hasta dónde puedes llegar o de que peligren sus puestos de trabajo”, explica. 

Fuente: Idealista

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