No hace muchos años, cuando alguien tenía la necesidad de decir algo, de dejar por escrito sus pensamientos o reflexiones, solía empezar a escribir: "Querido diario..." y ese cuaderno se escondía de los ojos de los demás, porque contenía nuestros secretos más íntimos, ¡pobre de quién osase abrirlo o leerlo! Hoy en día, si sentimos dicha necesidad, abrimos un blog y dejamos nuestros pensamientos e ideas en manos de millones de desconocidos.
No puede hacer mucho, cuando te enamorabas o te desenamorabas o eras infiel o te lo eran, compartías todas esas cuestiones con un grupo reducidos de amig@s y con la almohada-consejera. Hoy basta poner la tele en marcha para ver el inicio-desarrollo-cuernos-reconciliación-nuevos cuernos-final de cualquier relación.
No hace tanto, cuando una persona tenía una discapacidad física o mental, podía tener una vida muy limitada, con pocas posibilidades de entretenimiento, de normalización y, en ocasiones extremas, viéndose sometida al rechazo o al aislamiento. Hoy por hoy, y aún consciente de que queda camino por recorrer, es un placer ver como las escuelas y la sociedad en general se ha normalizado mucho más, como tod@s vamos teniendo los mismos derechos y se nos van ofreciendo los mismos recursos para disfrutarlos.
Bien, pues en este momento tan social, tan extrovertidos todos nosotros, tan dados a darnos a conocer y mostrarnos a los demás tal como somos, una familia viene a hacerme una consulta sobre su hija superdotada. El problema no es que sea o no muy inteligente, que lo es, que ellos ya lo saben desde hace años, el problema es que ella misma y, muy especialmente, los demás, se están empezando a dar cuenta de ello. Y eso sí que no. Que su hija no va a ser diferente. Que después la mirarán de "otra manera". Y que eso no puede ser bueno.
Y digo yo ¿tan mal lo estamos haciendo? ¿tan mal que todo el mundo desea darse a conocer, mostrarse tal cómo es, sin tabúes de ningún tipo, menos nuestros chicos y chicas superdotados?